Epicuro y sus discípulos combinaron una comprensión atomista de la naturaleza y un hedonismo bastante mesurado en el interés de hacer de la filosofía una forma de vida, una terapia que saca al hombre del dolor y lo conduce a la felicidad. Su doctrina se extendió como escuela desde el siglo IV antes de Cristo hasta el primero y desde la Atenas de tiempos de Alejandro hasta la Roma augusta. Sin embargo, su influencia no murió con la destrucción de la biblioteca de Filodemo, en Herculano. Muchos, Gassendi y Marx entre ellos, han visto en su naturalización de la filosofía un gesto hacia el pensamiento experimental, guiado por la razón, lejos de los velos y engaños que significan la religión y el idealismo. En esta voz se intentará presentar las tesis fundamentales de las tres partes en las que Epicuro concibió la filosofía —física, lógica y ética, secciones 4, 5 y 6 respectivamente—, antecedidas de una presentación del individuo y su obra —sección 2— y de sus métodos de enseñanza —sección 3—. En la sección 7 dedicada a la bibliografía, además de citar las obras críticas que aquí se emplean, se recomendarán algunas traducciones y obras secundarias que pueden beneficiar al estudioso del epicureísmo. Si bien éste es un trabajo de corte fundamental descriptivo, se pretende insistir en el talante práctico de la doctrina de Epicuro y en la forma en que éste determina sus vínculos y rechazos con otras filosofías de su tiempo.
Índice
1. El maestro y sus obras
Epicuro maestro y fundador de la secta epicureísta, nació en Samos pero recibió la ciudadanía ateniense, en virtud del linaje de su padre Neocles, quien fue enviado allí desde Atenas como colono. Allí paso por lo menos sus primeros 18 años y se cree que ésta es la época de su discipulado con Pánfilo, un platónico del que sólo se conoce a través de su conexión con Epicuro. En Atenas, durante su época de servicio militar que parece coincidir con la gran agitación que provocó en la ciudad y en las colonias alejandrinas en general la muerte de Alejandro, debió tener sus primeros acercamientos con la filosofía de Demócrito a través de Nausífanes. Tras esa temporada permaneció unos años en Colofón y Mitilene. Regresó a Atenas hacia el 307 y probablemente adquirió y se instaló en la casa con el jardín que dio nombre a su escuela: “Filosofía del Jardín”. Las relaciones que entabló con sus amigos y discípulos fueron muy estrechas y por ello o extremadamente cariñosas o terriblemente conflictivas. De las del primer tipo conservamos tres cartas de su autoría, única fuente proveniente de su puño y letra para reconstruir su filosofía; éstas tenían la intención de alentar a los nuevos conversos a mantenerse en el camino trazado por el epicureísmo y preservar la ortodoxia de la doctrina en Atenas, Samos y Mitilene, donde al parecer existían enclaves y nuevas escuelas epicureístas. Gracias a las mencionadas cartas conocemos los nombres de algunos de esos primeros conversos, aquellos que quizá pertenecieron al círculo más allegado a Epicuro: Pitocles, Colotes e Idomeneo, entre otros, a quienes según Diógenes Laercio conoció durante su estancia en Lámpsaco. De las relaciones del segundo tipo, conocemos gracias a la apostasía de Timócrates, hermano de Metrodoro, éste sí fiel a Epicuro, quien abandonó la doctrina y se dedicó a difamar a Epicuro y su enseñanza [Sedley 1976, 127-132].
Quizá por esto, en cuanto escuela, el epicureísmo es probablemente la más homogénea de las doctrinas helenísticas. Aunque se tiene noticia de algunos desarrollos de sus discípulos inmediatos, la doctrina permanece casi inalterada hasta Lucrecio y éste mismo no se considera innovador. Por lo mismo, Lucrecio (99/94-55/50 a.C), Filodemo de Gádara (105-30 a.C) y Diógenes de Enoanda —con su exótica ocurrencia: mandar labrar en una estela que ubicó a la vera de un camino algunas máximas físicas, éticas, sobre la vejez y el testamento de Epicuro, y que está datada alrededor del 120 d.C.— son considerados buenas fuentes para la reconstrucción del epicureísmo primitivo. No obstante las reservas que tienen los estudios modernos, Diógenes Laercio sigue siendo la pieza angular de la reconstrucción de las doctrinas filosóficas helenísticas. No hay, con contadísimas excepciones, obras escritas por los mismos filósofos de este período; todo lo que se conserva acerca de su pensamiento depende de otros que los citan o parafrasean como apoyo a sus propias posiciones o, más frecuentemente, para criticarlos. El libro décimo de Vidas y opiniones de filósofos ilustres de Diógenes Laercio (en adelante DL) recoge algunos de esos textos excepcionales; si bien Epicuro mismo advierte que dichas cartas son escasamente la esencia de su doctrina, algo que se recuerde breve y fácilmente [Carta a Pitocles 84, en adelante CP], y sirven como ayuda en los momentos de extrema dificultad [Carta a Heródoto 35, CH] son para nosotros las únicas fuentes directas de muchos aspectos del epicureísmo. De Rerum Natura [RN], el poema de Lucrecio, es ciertamente fiel a la doctrina pero se limita a la física y podría decirse que a su psicología. Para la reconstrucción de sus reflexiones lógicas y éticas, dependemos entonces del testimonio de Diógenes Laercio. Con todo, gracias a esas citas in extenso no es necesario conformarse con los testimonios de sus opositores, como sí ocurre con la escuela estoica. Además, no deben desconocerse los testimonios de Plutarco, Cicerón [Sobre la naturaleza de los dioses, al que se referirá por sus iniciales en latín: ND], Sexto Empírico [Contra los profesores, por sus iniciales en latín Adv. Math.] y la mencionada estela de Diógenes de Enoanda. Aunque hay ediciones parciales más recientes de ésta [Smith 1993], Diógenes Laercio [Marcovich 1999-2002] y Sexto Empírico [Mutschmann - Mau 1955-1961], y una del mismo Epicuro [Arrighetti 1973], la Epicurea de Usener [Usener 1887] sigue siendo pieza clave del estudio del epicureísmo.
Aparte de las epístolas mencionadas, contamos con las ‘opiniones principales’ (kyriai doxai), o ‘máximas capitales’ como se las conoce más, que son una muestra de la concepción pedagógica de Epicuro, fundamentalmente deductiva. No es seguro si fue el mismo Epicuro quien redactó esta colección de sentencias, también recogidas en DL 10, pero sí es claro que su autor conoce la doctrina a cabalidad y está conforme con la función que cumplen estos compendios; pues como se verá en la siguiente sección, no es gratuita la insistencia en mantener ‘a la mano’ una formula doctrinal que permita en cualquier ‘emergencia’ salirle al paso a la turbación.
2. La escuela del Jardín
3. Su forma de enseñanza: poca diagnosis, ante todo terapia
4. Ontología materialista y fisicalismo psíquico
4.1. Psicología naturalizada
4.2. Fenómenos celestes y celestiales
5. Canónica o del empirismo epicureísta
6. Hedonismo y amistad
6.1. Deseos vanos y naturales, placeres cinéticos y catastemáticos
6.2. Una apolítica amistad
7. Bibliografía recomendada y obras citadas
7.1. Fuentes
7.1.1. Cicerón
7.1.2. Diógenes Laercio
7.1.3. Diógenes de Eonanda
7.1.4. Epicuro
7.1.5. Filodemo
7.1.6. Lucrecio
7.1.7. Séneca
7.1.8. Sexto Empírico
7.2. Obras citadas
7.3. Bibliografía secundaria recomendada
7.4. Links recomendados
A continuaciòn veremos un documental de 24 minutos, tomado de la serie Filosofía, una guía para la felicidad, del escritor suizo Alain de Botton.
El mismo nos mostrarà esencialmente como las ideas sobre la felicidad humana de este pensador del periodo helenístico (vivió hace unos 2300 años) podrían ser más importantes ahora, dadas las características de la sociedad actual que en su propio tiempo.