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lunes, 2 de junio de 2014
domingo, 16 de febrero de 2014
viernes, 6 de diciembre de 2013
martes, 22 de octubre de 2013
Epicureísmo
Autor: Andrea Lozano Vásquez. Artìculo de la Enciclopedia filosòfica on line.
Epicuro y sus discípulos combinaron una comprensión atomista de la naturaleza y un hedonismo bastante mesurado en el interés de hacer de la filosofía una forma de vida, una terapia que saca al hombre del dolor y lo conduce a la felicidad. Su doctrina se extendió como escuela desde el siglo IV antes de Cristo hasta el primero y desde la Atenas de tiempos de Alejandro hasta la Roma augusta. Sin embargo, su influencia no murió con la destrucción de la biblioteca de Filodemo, en Herculano. Muchos, Gassendi y Marx entre ellos, han visto en su naturalización de la filosofía un gesto hacia el pensamiento experimental, guiado por la razón, lejos de los velos y engaños que significan la religión y el idealismo. En esta voz se intentará presentar las tesis fundamentales de las tres partes en las que Epicuro concibió la filosofía —física, lógica y ética, secciones 4, 5 y 6 respectivamente—, antecedidas de una presentación del individuo y su obra —sección 2— y de sus métodos de enseñanza —sección 3—. En la sección 7 dedicada a la bibliografía, además de citar las obras críticas que aquí se emplean, se recomendarán algunas traducciones y obras secundarias que pueden beneficiar al estudioso del epicureísmo. Si bien éste es un trabajo de corte fundamental descriptivo, se pretende insistir en el talante práctico de la doctrina de Epicuro y en la forma en que éste determina sus vínculos y rechazos con otras filosofías de su tiempo.
Índice
1. El maestro y sus obras
2. La escuela del Jardín
3. Su forma de enseñanza: poca diagnosis, ante todo terapia
4. Ontología materialista y fisicalismo psíquico
4.1. Psicología naturalizada
4.2. Fenómenos celestes y celestiales
5. Canónica o del empirismo epicureísta
6. Hedonismo y amistad
6.1. Deseos vanos y naturales, placeres cinéticos y catastemáticos
6.2. Una apolítica amistad
7. Bibliografía recomendada y obras citadas
7.1. Fuentes
7.1.1. Cicerón
7.1.2. Diógenes Laercio
7.1.3. Diógenes de Eonanda
7.1.4. Epicuro
7.1.5. Filodemo
7.1.6. Lucrecio
7.1.7. Séneca
7.1.8. Sexto Empírico
7.2. Obras citadas
7.3. Bibliografía secundaria recomendada
7.4. Links recomendados
A continuaciòn veremos un documental de 24 minutos, tomado de la serie Filosofía, una guía para la felicidad, del escritor suizo Alain de Botton.
El mismo nos mostrarà esencialmente como las ideas sobre la felicidad humana de este pensador del periodo helenístico (vivió hace unos 2300 años) podrían ser más importantes ahora, dadas las características de la sociedad actual que en su propio tiempo.
Epicuro y sus discípulos combinaron una comprensión atomista de la naturaleza y un hedonismo bastante mesurado en el interés de hacer de la filosofía una forma de vida, una terapia que saca al hombre del dolor y lo conduce a la felicidad. Su doctrina se extendió como escuela desde el siglo IV antes de Cristo hasta el primero y desde la Atenas de tiempos de Alejandro hasta la Roma augusta. Sin embargo, su influencia no murió con la destrucción de la biblioteca de Filodemo, en Herculano. Muchos, Gassendi y Marx entre ellos, han visto en su naturalización de la filosofía un gesto hacia el pensamiento experimental, guiado por la razón, lejos de los velos y engaños que significan la religión y el idealismo. En esta voz se intentará presentar las tesis fundamentales de las tres partes en las que Epicuro concibió la filosofía —física, lógica y ética, secciones 4, 5 y 6 respectivamente—, antecedidas de una presentación del individuo y su obra —sección 2— y de sus métodos de enseñanza —sección 3—. En la sección 7 dedicada a la bibliografía, además de citar las obras críticas que aquí se emplean, se recomendarán algunas traducciones y obras secundarias que pueden beneficiar al estudioso del epicureísmo. Si bien éste es un trabajo de corte fundamental descriptivo, se pretende insistir en el talante práctico de la doctrina de Epicuro y en la forma en que éste determina sus vínculos y rechazos con otras filosofías de su tiempo.
Índice
1. El maestro y sus obras
Epicuro maestro y fundador de la secta epicureísta, nació en Samos pero recibió la ciudadanía ateniense, en virtud del linaje de su padre Neocles, quien fue enviado allí desde Atenas como colono. Allí paso por lo menos sus primeros 18 años y se cree que ésta es la época de su discipulado con Pánfilo, un platónico del que sólo se conoce a través de su conexión con Epicuro. En Atenas, durante su época de servicio militar que parece coincidir con la gran agitación que provocó en la ciudad y en las colonias alejandrinas en general la muerte de Alejandro, debió tener sus primeros acercamientos con la filosofía de Demócrito a través de Nausífanes. Tras esa temporada permaneció unos años en Colofón y Mitilene. Regresó a Atenas hacia el 307 y probablemente adquirió y se instaló en la casa con el jardín que dio nombre a su escuela: “Filosofía del Jardín”. Las relaciones que entabló con sus amigos y discípulos fueron muy estrechas y por ello o extremadamente cariñosas o terriblemente conflictivas. De las del primer tipo conservamos tres cartas de su autoría, única fuente proveniente de su puño y letra para reconstruir su filosofía; éstas tenían la intención de alentar a los nuevos conversos a mantenerse en el camino trazado por el epicureísmo y preservar la ortodoxia de la doctrina en Atenas, Samos y Mitilene, donde al parecer existían enclaves y nuevas escuelas epicureístas. Gracias a las mencionadas cartas conocemos los nombres de algunos de esos primeros conversos, aquellos que quizá pertenecieron al círculo más allegado a Epicuro: Pitocles, Colotes e Idomeneo, entre otros, a quienes según Diógenes Laercio conoció durante su estancia en Lámpsaco. De las relaciones del segundo tipo, conocemos gracias a la apostasía de Timócrates, hermano de Metrodoro, éste sí fiel a Epicuro, quien abandonó la doctrina y se dedicó a difamar a Epicuro y su enseñanza [Sedley 1976, 127-132].
Quizá por esto, en cuanto escuela, el epicureísmo es probablemente la más homogénea de las doctrinas helenísticas. Aunque se tiene noticia de algunos desarrollos de sus discípulos inmediatos, la doctrina permanece casi inalterada hasta Lucrecio y éste mismo no se considera innovador. Por lo mismo, Lucrecio (99/94-55/50 a.C), Filodemo de Gádara (105-30 a.C) y Diógenes de Enoanda —con su exótica ocurrencia: mandar labrar en una estela que ubicó a la vera de un camino algunas máximas físicas, éticas, sobre la vejez y el testamento de Epicuro, y que está datada alrededor del 120 d.C.— son considerados buenas fuentes para la reconstrucción del epicureísmo primitivo. No obstante las reservas que tienen los estudios modernos, Diógenes Laercio sigue siendo la pieza angular de la reconstrucción de las doctrinas filosóficas helenísticas. No hay, con contadísimas excepciones, obras escritas por los mismos filósofos de este período; todo lo que se conserva acerca de su pensamiento depende de otros que los citan o parafrasean como apoyo a sus propias posiciones o, más frecuentemente, para criticarlos. El libro décimo de Vidas y opiniones de filósofos ilustres de Diógenes Laercio (en adelante DL) recoge algunos de esos textos excepcionales; si bien Epicuro mismo advierte que dichas cartas son escasamente la esencia de su doctrina, algo que se recuerde breve y fácilmente [Carta a Pitocles 84, en adelante CP], y sirven como ayuda en los momentos de extrema dificultad [Carta a Heródoto 35, CH] son para nosotros las únicas fuentes directas de muchos aspectos del epicureísmo. De Rerum Natura [RN], el poema de Lucrecio, es ciertamente fiel a la doctrina pero se limita a la física y podría decirse que a su psicología. Para la reconstrucción de sus reflexiones lógicas y éticas, dependemos entonces del testimonio de Diógenes Laercio. Con todo, gracias a esas citas in extenso no es necesario conformarse con los testimonios de sus opositores, como sí ocurre con la escuela estoica. Además, no deben desconocerse los testimonios de Plutarco, Cicerón [Sobre la naturaleza de los dioses, al que se referirá por sus iniciales en latín: ND], Sexto Empírico [Contra los profesores, por sus iniciales en latín Adv. Math.] y la mencionada estela de Diógenes de Enoanda. Aunque hay ediciones parciales más recientes de ésta [Smith 1993], Diógenes Laercio [Marcovich 1999-2002] y Sexto Empírico [Mutschmann - Mau 1955-1961], y una del mismo Epicuro [Arrighetti 1973], la Epicurea de Usener [Usener 1887] sigue siendo pieza clave del estudio del epicureísmo.
Aparte de las epístolas mencionadas, contamos con las ‘opiniones principales’ (kyriai doxai), o ‘máximas capitales’ como se las conoce más, que son una muestra de la concepción pedagógica de Epicuro, fundamentalmente deductiva. No es seguro si fue el mismo Epicuro quien redactó esta colección de sentencias, también recogidas en DL 10, pero sí es claro que su autor conoce la doctrina a cabalidad y está conforme con la función que cumplen estos compendios; pues como se verá en la siguiente sección, no es gratuita la insistencia en mantener ‘a la mano’ una formula doctrinal que permita en cualquier ‘emergencia’ salirle al paso a la turbación.
2. La escuela del Jardín
3. Su forma de enseñanza: poca diagnosis, ante todo terapia
4. Ontología materialista y fisicalismo psíquico
4.1. Psicología naturalizada
4.2. Fenómenos celestes y celestiales
5. Canónica o del empirismo epicureísta
6. Hedonismo y amistad
6.1. Deseos vanos y naturales, placeres cinéticos y catastemáticos
6.2. Una apolítica amistad
7. Bibliografía recomendada y obras citadas
7.1. Fuentes
7.1.1. Cicerón
7.1.2. Diógenes Laercio
7.1.3. Diógenes de Eonanda
7.1.4. Epicuro
7.1.5. Filodemo
7.1.6. Lucrecio
7.1.7. Séneca
7.1.8. Sexto Empírico
7.2. Obras citadas
7.3. Bibliografía secundaria recomendada
7.4. Links recomendados
A continuaciòn veremos un documental de 24 minutos, tomado de la serie Filosofía, una guía para la felicidad, del escritor suizo Alain de Botton.
El mismo nos mostrarà esencialmente como las ideas sobre la felicidad humana de este pensador del periodo helenístico (vivió hace unos 2300 años) podrían ser más importantes ahora, dadas las características de la sociedad actual que en su propio tiempo.
miércoles, 9 de octubre de 2013
Pienso, luego existo
Las grandes cuestiones de la filosofía contemporánea
- Un repaso a las grandes cuestiones de la filosofía contemporánea
- Con la participación de 14 de los más destacados pensadores de la actualidad
- Filósofos, como Lledó, Savater, Rafael Argullol, Manuel Cruz, Amelia Valcárcel
- Educadores, como José A. Marina, Victoria Camps, Javier Sádaba o Punset
- Destacamos la participación de Eugenio Trías, que nos dejó recientemente
- Pienso, luego existo se ha emitido el domingo, 21 de abril, en La 2 de TVE
- Un repaso a las grandes cuestiones de la filosofía contemporánea
- Con la participación de 14 de los más destacados pensadores de la actualidad
- Filósofos, como Lledó, Savater, Rafael Argullol, Manuel Cruz, Amelia Valcárcel
- Educadores, como José A. Marina, Victoria Camps, Javier Sádaba o Punset
- Destacamos la participación de Eugenio Trías, que nos dejó recientemente
- Pienso, luego existo se ha emitido el domingo, 21 de abril, en La 2 de TVE
Pienso, luego existo - Resumen de la temporada
martes, 14 de mayo de 2013
HISTORIA 10 de mayo 1933: quema de libros por los nazis
A 80 años de ese suceso la Deutsche Welle publicò un artìculo que a continuaciòn transcribimos, que nos trae luz y relexiòn al respecto.
Deutsche Welle Fecha 10 de mayo de 2013 , Autor: Marc von Lüpke / MH,
En toda Alemania se recuerda hoy la quema de libros perpetrada por los nazis. En su "Acción contra el Espíritu antialemán", los partidarios de Adolf Hitler destruyeron miles de obras de autores el 10 de mayo de 1933.
La tarde del 10 de mayo de 1933, una multitud de 70 mil personas se reunió en el Opernplatz de Berlín. Estudiantes universitarios habían acarreado hasta allí más de 20 mil libros en carretillas y camiones. Pero no se trataba de una velada de lectura, de obras de autores tan renombrados como Heinrich Mann, Erich Maria Remarque o Heinrich Heine.
El propósito de esta noche quedaría grabado en un discurso lleno de odio del líder estudiantil nacionalsocialista Herbert Gutjahr. “Hemos dirigido nuestro actuar contra el espíritu no alemán. Entrego todo lo que lo representa al fuego”, gritó el joven estudiante de 23 años para luego arrojar una pila de libros a la llamas de un hoguera alimentada por miles de libros ardientes.
Contra el espíritu no alemán
Escenas como la descrita se repitieron ese 10 de mayo en toda Alemania. Estudiantes en prácticamente todas las ciudades universitarias quemaron títulos de autores que no cuadraban con sus marcos ideológicos. Unas semanas antes, universitarios habían comenzado a retirar los libros, de escritores, poetas y periodistas considerados indeseados, de los estantes de las bibliotecas públicas y de las academias. Para ellos, los libros contenían un ideario que consideraban nocivo para Alemania, o bien sus autores eran considerados enemigos de los nazis. Representados por socialistas, comunistas, pacifistas y autores judíos. Nadie se les interpuso en su camino.
A finales de enero habían tomado el poder los nazis y se acababa la república de Weimar, un mes más tarde ardía el Reichstag, Hitler obtenía poderes dictatoriales, ahora comenzaba la conquista de las mentes alemanas. “El Estado ha sido conquistado. Faltan las Universidades”, fue la proclama de La Unión Alemana de Estudiantes en abril de 1933. El motor detrás de las acciones era la Unión de Estudiantes Nacionalsocialista que había iniciado en abril de ese año la Acción contra el espíritu no alemán y que culminaría en la quema de libros. Una muestra de la iniciativa propia de los estudiantes universitarios en estos actos de barbarie, que no requirió de la planificación de la plana mayor nacionalsocialista.
También autores de libros infantiles
La quema de libros en el Opernplatz de Berlín fue el acto central que fue transmitido a los hogares alemanes a través de la radio. Muchos de los estudiantes habían aparecido en uniformes de las organizaciones nazis. Algunos líderes estudiantiles seleccionados arrojaban pilas de libros, alimentando las llamas con denominadas proclamas de fuego. “! Contra la decadencia y la corrupción moral! Por la disciplina y las costumbres en la familia y en el Estado. Le entrego al fuego los escritos de Heinrich Mann, Ernst Glaeser y Erich Kästner”, fue la segunda de estas proclamas. El propio Erich Kästner, autor de numerosos libros infantiles, internacionalmente conocidos como Emilio y los detectives, se encontraba esa noche del 10 de mayo en la plaza para ser testigo de la macabra escenificación que describió como repugnante.
A medianoche intervino el ministro de propaganda del Reich y doctor de filología germánica, Joseph Goebbels quien declamaba: “Hombres y mujeres de Alemania, la era del intelectualismo judío está llegando a su fin y la consagración de la revolución alemana le ha dado paso también al camino alemán”.
Las reacciones de espanto en los medios internacionales
Un país sin poetas y pensadores
A autores que no emigraron, como Erich Kästner, se les prohibió la publicación de sus libros en Alemania. Ya para 1934, existía una lista con más de 3 mil publicaciones censuradas.
La mayoría de los alemanes, sin embargo, entre ellos muchos intelectuales acríticos y profesores universitarios aceptaron en silencio, la quema de libros y la censura. Algunos incluso la aprobaron. Tal vez, tan preocupante como lo anterior sea el rol determinante que desempeñaron los estudiantes en destruir y aplanar la diversidad de la creación intelectual alemana.
DW.DE
Deutsche Welle Fecha 10 de mayo de 2013 , Autor: Marc von Lüpke / MH,
En toda Alemania se recuerda hoy la quema de libros perpetrada por los nazis. En su "Acción contra el Espíritu antialemán", los partidarios de Adolf Hitler destruyeron miles de obras de autores el 10 de mayo de 1933.
La tarde del 10 de mayo de 1933, una multitud de 70 mil personas se reunió en el Opernplatz de Berlín. Estudiantes universitarios habían acarreado hasta allí más de 20 mil libros en carretillas y camiones. Pero no se trataba de una velada de lectura, de obras de autores tan renombrados como Heinrich Mann, Erich Maria Remarque o Heinrich Heine.
El propósito de esta noche quedaría grabado en un discurso lleno de odio del líder estudiantil nacionalsocialista Herbert Gutjahr. “Hemos dirigido nuestro actuar contra el espíritu no alemán. Entrego todo lo que lo representa al fuego”, gritó el joven estudiante de 23 años para luego arrojar una pila de libros a la llamas de un hoguera alimentada por miles de libros ardientes.
Contra el espíritu no alemán
Escenas como la descrita se repitieron ese 10 de mayo en toda Alemania. Estudiantes en prácticamente todas las ciudades universitarias quemaron títulos de autores que no cuadraban con sus marcos ideológicos. Unas semanas antes, universitarios habían comenzado a retirar los libros, de escritores, poetas y periodistas considerados indeseados, de los estantes de las bibliotecas públicas y de las academias. Para ellos, los libros contenían un ideario que consideraban nocivo para Alemania, o bien sus autores eran considerados enemigos de los nazis. Representados por socialistas, comunistas, pacifistas y autores judíos. Nadie se les interpuso en su camino.
A finales de enero habían tomado el poder los nazis y se acababa la república de Weimar, un mes más tarde ardía el Reichstag, Hitler obtenía poderes dictatoriales, ahora comenzaba la conquista de las mentes alemanas. “El Estado ha sido conquistado. Faltan las Universidades”, fue la proclama de La Unión Alemana de Estudiantes en abril de 1933. El motor detrás de las acciones era la Unión de Estudiantes Nacionalsocialista que había iniciado en abril de ese año la Acción contra el espíritu no alemán y que culminaría en la quema de libros. Una muestra de la iniciativa propia de los estudiantes universitarios en estos actos de barbarie, que no requirió de la planificación de la plana mayor nacionalsocialista.
También autores de libros infantiles
La quema de libros en el Opernplatz de Berlín fue el acto central que fue transmitido a los hogares alemanes a través de la radio. Muchos de los estudiantes habían aparecido en uniformes de las organizaciones nazis. Algunos líderes estudiantiles seleccionados arrojaban pilas de libros, alimentando las llamas con denominadas proclamas de fuego. “! Contra la decadencia y la corrupción moral! Por la disciplina y las costumbres en la familia y en el Estado. Le entrego al fuego los escritos de Heinrich Mann, Ernst Glaeser y Erich Kästner”, fue la segunda de estas proclamas. El propio Erich Kästner, autor de numerosos libros infantiles, internacionalmente conocidos como Emilio y los detectives, se encontraba esa noche del 10 de mayo en la plaza para ser testigo de la macabra escenificación que describió como repugnante.
A medianoche intervino el ministro de propaganda del Reich y doctor de filología germánica, Joseph Goebbels quien declamaba: “Hombres y mujeres de Alemania, la era del intelectualismo judío está llegando a su fin y la consagración de la revolución alemana le ha dado paso también al camino alemán”.
Las reacciones de espanto en los medios internacionales
Pese a estas palabras incendiarias, por un tiempo al menos, Hitler trató de moderar a sus seguidores, ya que temía que el movimiento se le fuera de las manos. Además en el exterior las reacciones a la quema de libros fueron de espanto. La revista norteamericana Newsweek lo llamó entonces un Holocaust of books (Holocausto de libros).
"Donde se queman libros se terminan quemando también personas", había predicho Heinrich Heine. El poeta, de origen judío, era uno de los tantos autores que los nazis querían hacer desaparecer de las bibliotecas. La frase de Heine, muerto en 1856 en su exilio parisino, resultó profética. Solo algunos años más tarde, comenzaría el genocidio contra todo tipo de minorías y personas consideradas indeseables, entre ellos seis millones de judíos, conocido ahora como holocausto.
Entre los intelectuales y artistas alemanes comenzó en 1933 un éxodo sin precedentes. La nación a la que desde el exterior a menudo se refería con admiración como país de poetas y pensadores obligó a muchos de sus talentos a la emigración: los hermanos Thomas y Heinrich Mann, los hijos del primero Erika, Klaus y Golo, los escritores Anna Seghers y Lion Feuchtwanger y tantos otros de su talla. Muchos se organizaron para luchar contra los nazis. El premio Nobel Thomas Mann, cuyos libros aún se habían salvado ese 10 de mayo, habló a través de las ondas de la emisora británica BBC a los oyentes en Alemania. “Es una voz de advertencia- advertirles es el único servicio que un alemán como yo puede prestar hoy”, alertó.
A autores que no emigraron, como Erich Kästner, se les prohibió la publicación de sus libros en Alemania. Ya para 1934, existía una lista con más de 3 mil publicaciones censuradas.
La mayoría de los alemanes, sin embargo, entre ellos muchos intelectuales acríticos y profesores universitarios aceptaron en silencio, la quema de libros y la censura. Algunos incluso la aprobaron. Tal vez, tan preocupante como lo anterior sea el rol determinante que desempeñaron los estudiantes en destruir y aplanar la diversidad de la creación intelectual alemana.
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